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STORY
"La oportunidad que me devolvió la esperanza"

Desde que inicié mi carrera profesional me ha tocado crear algunos artículos de opinión, algunos otros artículos científicos y blogs, pero creo que lo que están a punto de leer ha sido lo más difícil que he escrito porque traspasa una barrera hacia un mundo más íntimo, y esta es una tarea complicada porque desde muy chicos se nos ha enseñado que hablar de nuestras emociones es sinónimo de debilidad, así que rompiendo este paradigma los invito a conocer la otra cara de mi vida.

Cuando era una niña solía tener algo que llaman “don de liderazgo”, y aún recuerdo con mucha gracia una vez que llamaron a mi mamá en el jardín de infantes porque había convencido a un grupo de niños a entrar a un charco de lodo a jugar, ¡Vaya poder de influencia que tenía! aunque esta iniciativa me generó un grupo de padres enojados, aunque también a unos niños felices. Y así fui creciendo con esta idea de que podía usar estas habilidades para lograr hacer cambios grandes en mi entorno, y casi que por inercia entré a trabajar en temáticas ambientales porque había tanto que hacer y tan poco tiempo para lograrlo. Allá por el año 2014, a mis 17 años, empecé a estudiar ingeniería ambiental y sentía que estaba cumpliendo la misión de mi vida, porque sin duda conecté de inmediato con esta profesión. Estaba tan motivada que junto con mis compañeros reanudamos el voluntariado ambiental universitario y dábamos todo por incluir a más jóvenes en nuestros proyectos. Y así iban pasando semestres tras semestres, algunos más complicados que otros, pero me mantenía firme en continuar con mi vocación. Mientras más sabía sobre problemáticas ambientales, más quería hacer y por eso comencé a buscar otros espacios de incidencia fuera de la universidad y llegué a un voluntariado juvenil regional. Fue en este grupo donde pude crecer tanto en el ámbito profesional como el personal, y tuve por primera vez la oportunidad de coordinar a un grupo de jóvenes. Pero a pesar de todos los aspectos positivos de esta experiencia, de repente empecé a desmotivarme hasta el punto de considerar declinar porque veía que sin importar los esfuerzos que hiciéramos, la realidad demostraba que nuestras acciones eran ínfimas en comparación a los problemas que había. Una característica importante de un líder es motivar a su equipo, y yo ya no tenía ni siquiera la voluntad de incentivar actividades. En el fondo sentía que todo era una fantasía y que estaba haciendo trabajar a estos jóvenes por una causa que estaba perdida. Pero fue en este periodo cuando una de mis compañeras del voluntariado y colega nos sugirió conformar un equipo de voluntarios para inscribirnos a un campamento de innovación organizado por UNICEF. Debo admitir que no sentí nada de emoción, pero mi tarea era consultar entre todos los miembros del equipo sobre su disponibilidad porque yo no estaba emocional ni físicamente preparada para colaborar, pero debido a que aún hacía falta un integrante y las opciones ya eran nulas, decidí involucrarme. Cuando por fin llegó el día, mis compañeros estaban nerviosos, pero a la vez contentos de haber clasificado en el campamento, así que pensé en poner de mi parte para corresponder un poco a esos sentimientos y apoyar a como me había comprometido desde el inicio. Todo el proceso fue agotador, pero al terminar los tres días, logramos triunfar en la primera ronda. Esto fue solo el inicio de un largo proceso de casi un año, y cada paso nos llevaba más lejos, hasta etapas que ni siquiera nosotros imaginábamos. De a poco, nos vimos ya entre los finalistas del concurso global, en el que competiríamos frente a 180 países más, y pensamos en que esto sería el final del camino, pero estábamos satisfechos de haber llegado hasta ese punto. Para nuestra sorpresa, fuimos uno de los ocho equipos ganadores en la competencia global, y cada vez que repaso esa escena me recuerdo llorando de alegría porque nunca pensé posible que un país tan pequeñito como el mío pudiera sobresalir a nivel mundial. Toda esta experiencia transformó mi vida de muchas maneras, me dejó varias lecciones importantes:


-Es normal sentirnos desmotivados o tristes por las situaciones que pasan en nuestro entorno, pero que pequeñas acciones y esfuerzos constantes generan grandes recompensas.


- El trabajo en equipo es esencial para triunfar porque las habilidades de cada persona sirven para complementarse entre sí.


-Y la más valiosa, es creer en nuestro potencial y dejar atrás prejuicios que nos han sido inculcados a causa de nuestra posición demográfica o estatus social.
Una vez que dimos marcha a nuestro proyecto y llegamos a la comunidad donde estamos trabajando, recordé lo que me impulsó la primera vez a tomar acción por una causa. Si bien, no voy a salvar al mundo entero, pero sí estoy cambiando la realidad de personas que de verdad lo necesitan. Si cada joven toma una misión, podremos ir abarcando más espacios y solventando más necesidades. Por último, pero no menos importante, quiero recordarles a todos los jóvenes de la importancia que tiene nuestra salud mental y a veces es mejor tomar una pausa para ayudarnos a nosotros mismos y conectar con nuestros sentimientos, y luego regresar con más fortaleza a ayudar a los demás.

“Quizá no pueda cambiar al mundo, pero sí al pedacito que me toca”
Anonimo

Mira cómo está la participación de los jóvenes para un cambio social a través de los números.
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